Sabemos que un café siempre es una buena idea. ¿Y si tiene un dibujo? Uff, las
posibilidades son infinitas.
Somos muchos los que nos hemos vuelto amantes de estas preparaciones. Maravillándonos con diversos diseños y presentaciones, que de paso nos transforman en consumidores fieles de esas cafeterías que cuentan con el personal capacitado para esta tarea. Incluso, hasta declararnos fan de los baristas que la desempeñan.
Hoy les hablaremos de eso, del latte art, arte latte o simplemente arte con leche. En la mayoría de los casos, un café con arte latte equivale a un buen café y, como ya lo sabemos en el rubro gastronómico ¡Todo entra por la vista! Y esta técnica es una excelente carta de presentación para marcar el estilo de la cafetería o del barista de turno.
En ese contexto es común escuchar las siguientes preguntas, que de por sí, nos encantan: “¿Lo puede hacer la chica?, Que le queda tan bien” o “¿Se encuentra el joven de los dibujos?”.
Románticamente, y sin temor a caer en la cursilería, me gusta catalogar al barista como un «fabricante de sonrisas», ¡y sí que lo es! Porque independiente del estado de ánimo del cliente, es difícil ser indiferente a esta manifestación artística, efímera y fugaz, que muchas veces dura hasta que éste le agrega azúcar y lo revuelve. Pero qué importa, si esa mirada cómplice que tenemos al frente lo compensa todo, y más si suele venir con el remate “me da pena tomarme el café”.
Es por eso que el arte latte se disfruta tanto detrás de la taza, desde el proceso de aprendizaje. Como cuando intentamos sin éxito hacer la texturización de una leche una y otra vez y seguro que más de alguno lo acrecentó cuando al fin logramos nuestro primer corazón y solo quería hacer lattes para ponerlo en práctica.
En esa evolución nuestros patitos feos, dejaron o dejarán de ser tan feos y se volverán cisnes indiscutidos.
Todo en el marco de un trabajo literalmente hermoso, en el que cada vez vemos más caras nuevas, motivados por una actividad en la que los sentidos son los protagonistas.
En definitiva, hablamos de una disciplina que podemos ejercer en cualquier parte del mundo, porque en todos lados es bien recibido el arte de dibujar en nuestra taza, el arte de fabricar sonrisas.
FOTOGRAFÍAS: Mónica Morandé